Por un periodo no muy extenso de tiempo me he considerado un hombre de palabras. Creo que una de las invenciones más brillantes del hombre es la creación del recurso de la palabra, ya sea hablada o escrita, puesto que a través de esta podemos expresar ene (N) cantidad de sentimientos y emociones.
Quizás una de las armas más poderosa es la palabra, a través de la misma se pueden despertar sentimientos conmovedores, esperanzadores e iluminadores, pero no se debe olvidar que el poder de esta herramienta es también capaz de desatar horribles guerras, por ejemplo: durante la guerra fría, muchas personas murieron por expresarse a través de este dardo… la palabra.
Yo por mi parte me he metido en grandes líos por el mal empleo de este gran recurso, he lastimado a seres amados y han publicado mi información personal en columnas de medios de circulación nacional. Sin embargo me satisface el saber que en pocas ocasiones también he sabido dar uno que otro consejo y he logrado que a través de mis palabras algunas personas esbocen una que otra sonrisa.
Bueno sin más antesala y para de evitar aburrir a alguien, hoy como pocas veces, me he quedado sin palabras, no encuentro, ni encontraré los términos acertados para expresar la enorme gratitud que tengo a todos y todas ustedes mis amigos, amigas y resto de mi familia, por el apoyo incondicional que me otorgaron durante mi segunda convalecencia.
No hubiese podido soportar este segundo episodio de trombosis solo, siempre estuve rodeado de amor y solidaridad. No voy a negar que tuve miedo, la pálida enlutada me sedujo y casi acudo a sus brazos, pero Dios a través de sus oraciones y apoyo obró en mí, otorgándome el regalo de la vida.
Fui colmado ininterrumpidamente de agasajos por ustedes mis hermanas y hermanos y por muchos otros que sin conocerme, se unieron a cadenas de oración y se solidarizaron con el único objetivo de ayudarme a salir a flote de esta etapa difícil y dolorosa.
Varias horas fueron las que permanecí en ese cuarto de Intensivo, pero NUNCA estuve solo, DIOS se encarno en ustedes para darme fuerzas y ayudarme a sobrellevar esta situación. Varias han sido las ocasiones que al leer sus correos y tarjetas se han humedecidos mis ojos y me he conmovido por la ternura y cariño que ustedes me brindan.
A veces me detengo por largos lapsos de tiempo a cuestionarme si soy merecedor de tal afecto y de tantas muestras de apoyo, en realidad no sé que he hecho para merecer tal cosa, quizás esa duda me acompañe por el resto de mis días. Mil gracias a todas y todos, que Dios las y los bendiga, nunca podré pagarles lo mucho que me han regalado.
Incondicional e inevitablemente YO