jueves, 28 de junio de 2012

Lejos de usted


“La única nostalgia lamentable es aquella definitiva”, me dijo un twitero hace pocos meses. Hacía alusión a aquella añoranza que experimenté durante la Cuaresma y la Semana Santa, tiempo en el que, por primera vez en mi vida, estuve lejos de mi país, de mi gente y de mis tradiciones.

El comentario, de aquel seguidor de twitter, no deja de ser acertado, pero como todo en este mundo, que irremediablemente gira sin parar, hay aspectos en los que no cabe la objetividad e instantes en los que la nostalgia, por efímera que sea, juega en nuestra contra y nos hace pasar por sombríos episodios.

El 22 de octubre de 2011 una llamada cambió mi vida. La notificación de que había sido admitido a una beca de seis meses en España me llenó de emoción, era una gran oportunidad, esa misma que tanto añoraba, la que había idealizado muchas noches al lado de mi acarosa almohada.

Tres meses después partí, empaqué mi maleta con sueños, con mucha curiosidad y con sentimiento de aventura. Dejé atrás al país de mis amores y aquel triste episodio de verla a usted sujetando mi cuello con fuerza, de verla a usted con sus ojos acuosos, con la mirada triste, de sentir aquel beso, que sería el último en 187 casi eternos días.

Estar en Europa, conocer, compartir con nuevos amigos, ha sido un regalo de vida, pero en la soledad de mi habitación, siempre duermo con su ausencia y recuerdo esa mirada nostálgica que parecía pedirme a gritos que no me fuera. Estar sin usted, ha sido, sin temor a equivocarme una de las cosas más difíciles que he vivido durante el último lustro.

Y es que usted es mi otra mitad, el diástole de este corazón que late a medias y que por momentos desmaya. Ciento cuarenta ocho días transcurrieron desde aquel último beso, desde que mis ojos se vieron reflejados en los suyos, que mi piel sintió la sublime caricia de sus manos.

Ciento cuarenta y ocho días transcurrieron desde la última vez que estuve completo. Cada día me enfrentó a su fantasma, a la ausencia de sus brazos, pero cada día que pasa me acerca nuevamente a usted, a mi plenitud, que es y será estar a su lado, a reflejarme cada día en su mirada, esa que tanto amo, la de los ojotes hermosos.

Ojala cada día este lleno de su calidez, que nunca nos sobren las sonrisas y las palabras de amor, que nunca nos sobren las ganas de estar juntos y de sentirnos uno, que usted siempre sea para mi lo mismo que yo seré para usted. (-39)


domingo, 17 de junio de 2012

La pansita


Históricamente, desde que abrí este espacio virtual, que más se asemeja a un diario personal que a un sitio en el cual comparto textos, he dedicado varias de mis pobres letras a la mujer que hizo posible, que un loco como yo, se atreviera a expresar de forma pública sus retorcidas ideas. Me refiero a la mujer que me dio la vida, esa misma que me llevo dentro de ella por nueve incómodos meses.

Pero no solo fue ella la responsable de que estos ojos pudiesen ver la luz solar. Hay otro responsable, al cual hoy, en la conmemoración del día del padre, le quiero dedicar un par de párrafos.

Hablar de mi papá, es hablar de esa pansita, cada vez más grande, es hablar de raciocinio, a veces en muy elevadas dosis, es referirse a ejemplo, valentía, tenacidad y hasta de buen humor. Mi papá lo tiene todo, su sobresaliente inteligencia y su enorme capacidad para afrontar y superar problemas, que en el papel parecen  imposibles, son tan solo algunas de las características que destaco en mi padre, al que efectivamente le llamo pansita.

Su vida es un ejemplo. 

Capítulo I

Ciudad de Guatemala, un día en la década de los 90´s bajo un sol sofocante, aquel señor  de saco oscuro, zapatos lustrados y camisa perfectamente planchada, sale de una reunión laboral.Con sonrisa fingida, atiende una llamada telefónica, no pasa nada, todo se encuentra bien. Simple: otro día de captar cuenta habientes para un banco importante.

El señor de la corbata italiana y el carro japones, finge que todo esta bien, engaña a todos, menos a si mismo. Con apuro compra la pizza que su hijo tanto espera en aquella cuarta planta de ese mal pintado cuarto de hematología pediátrica.

Va con premura, y cada semáforo parece detener su camino. Apenas entra unos minutos a aquella habitación, pero ver como su hijo mejora, le eriza la piel, le cambia el rumbo del día. Besa a su esposa y parte con cierto dejo de esperanza.

Capítulo dos.

Mismo señor, ahora un poco más obeso. Llega a casa, saluda a su hijo, le regala un disco de música y le pide celosamente que lo escuche con poco volumen. El infante, no debe molestar a  su enferma mamá. Sube las gradas y el señor obeso, se enfrenta a su esposa... ya no es la misma de antes, su cuerpo está inmóvil y ya no puede hablar.

El amoroso esposo toma la mano de aquella moribunda mujer, la aprieta con fuerza y le dice que es hora de partir. Le promete aquello que cumplió con devoción: "cuidaré de tus hijos siempre". Se marcha con un nudo en la garganta, pero satisfecho de haber amado, servido y haberse entregado siempre y sin titubear a la madre de sus hijos. Dios sabe que el señor obeso hizo todo por ayudar a su esposa, desde inyectarla, hasta buscar aquel inverosímil remedio que poco hizo por mejorar la deteriorada salud de su pareja.

El ejemplo habla por si sólo, padre y esposo entregado, además de buen hijo, es sin duda sinónimo de gran ser humano. Padre se te ama con todo y pansa. Feliz día y que Dios te bendiga siempre, sos un orgullo.








jueves, 14 de junio de 2012

La sonrisa de ella...


La temperatura de estas cuatro paredes me sienta agradable, no paso frío ni calor. Tomo la computadora, abro deliberadamente un archivo de fotos para encontrarme con ella. Dios sabe la falta que me hace y apreciar sus fotos, me brinda cierta reconfortante calma.

Ahí está ella, junto a un gigantesco barrilete multicolor o abrazando un inesperado regalo de navidad, ahí está ella, iluminando mi universo, dándole calor y otra razón de ser a mi vida, al lado de su madre, en una playa paradisíaca o en una hermosa ciudad atrapada en los 60´s.

Ahí está ella y su sonrisa, esa elocuente, espontanea, la de los dientes grandes y labios carmín, esa misma con la que conquista el mundo. Esa sonrisa que seduce, que enamora, la sonrisa intrépida , berrinchuda, de niña traviesa, de pícara, de alegría, la sonrisa de ella, su sello personal, la cara visible de su belleza física e interna.

Pero lo que amo no es la sonrisa en si, sino lo que hay detrás de ella: la disposición a servir, la entrega absoluta, su disposición a complacerme, sus palabras, las escritas, las habladas e incluso las que ni siquiera pronuncia. La profundidad de esa mirada, lo circular de esos ojotes tan lindos... No lo es todo pero inicia una infinita descripción.

A menudo miro fotos de ella y me complace sentirla mía y sentirme suyo. Estamos lejos, pero la distancia ya no es incertidumbre, es esperanza, es fe, es amor...

miércoles, 6 de junio de 2012

El grillito que recorrió Berlín en Bicicleta


Capítulo uno: Y aquel adolescente, jugaba a ser un adulto, esa fijación por la segunda edad no era casualidad.  La vida le había dado lecciones de madurez a aquel cuasi niño,  que vestía con frecuencia un pantalón de lona azul y una camisa verde,  el mismo que gracias a un gran amigo, conoció a aquella joven de mejillas rosadas y sonrisa elocuente.

Era psicóloga aunque después fue cantante, pero aún más importante: siempre  fue y siempre  será amiga. El adolescente charangueaba una guitarra comprada en un mercado de artesanías en la ciudad de México, unos pocos años atrás.

Como compartían gustos  aquel adolescente decidió invitar a su nueva amiga a unirse a un grupo musical. La trayectoria de la incipiente e improvisada banda, es mejor no recordarla. El adolescente tocaba muy mal, aunque su amiga, quien se identificará en este relato  como Ana, pensaba lo contrario, el “grillito cantor” lo apodó, en alusión a aquella camisa verde que usaba con frecuencia y a aquel  pobre tarareo de canciones de Sylvio Rodríguez  además mal charrangueadas.

Capítulo II
Como si nada, y al mismo tiempo como si todo, el inexorable correr del tiempo  y los caminos tan distintos que aquel niño y aquella joven tomaron, supusieron un distanciamiento entre aquellos amigos. Catorce años transcurrieron,  con algunos entre tiempos,  para que el grillito y Ana, recordaran juntos y entre risas aquel  fracasado intento por tener un grupo musical.

Martes 15 de mayo: las notas de ojala, del maestro Sylvio son pobremente interpretadas por el ahora joven, apenas recuerda la canción, esa misma que tantas veces cantó junto a Ana, hace casi una década y media. El grillito se encuentra en la sala de la casa de Ana en Berlín…vaya que el mundo da vueltas, vaya que el destino sorprende.

Gunar, esposo de Ana, documenta aquel episodio que probablemente no se repetirá por algunos años, con estupor profundo observa a su compañera de vida y en su asombro y defectuoso español anglosajón atina a decirle “que bonito cantas, no te había escuchado cantar así”. Fin de la velada.

El ahora adulto, conoce Berlín, gracias a su amiga Ana y su esposo Gunar, ambos hicieron que el otrora grillo se sintiera como en casa. Aunque el termómetro marcaba los diez grados centígrados, en la casa de Gunar y Ana, el ahora joven adulto siempre sintió un apacible calor.

Berlín una urbe verde: El otrora grillito recorre junto a su amiga Ana y en bicicleta la bella ciudad de Berlín, esa que asombra con el verdor de sus parques y al mismo tiempo con su infraestructura antigua y moderna. Esa urbe amigable,  de ciclovías, la de la puerta de Brandesburgo y  la del muro, la de la topografía del terror y el museo de la resistencia.

Berlín, te maravilla en cada esquina, Berlín te invita a volver y te enamora, pero como dijo un amigo recientemente: la vida no son lugares, la vida son personas, gracias Ana y Gunar por tanta calidez, no esperaba tanto, gracias por los capuchinos que seguiré extrañando y por la cerveza de tres componentes.