domingo, 25 de diciembre de 2011

Reflexión de Navidad

Y la tierra, casi por inercia – a lo mejor por inercia-, volvió a girar alrededor del sol: traslación me explicaron en la infancia que se llamaba tal movimiento, los doce meses del calendario transcurrieron y en un abrir y cerrar de ojos me topé, nuevamente, en la misa de Nochebuena.

La misa como siempre, con relativa solemnidad, el templo, como siempre, abarrotado, mucha gente, entre ellas yo, tuvimos que escuchar las reflexiones del sacerdote afuera de la citada instalación católica.


Pero esa es mi cotidianidad, la misma de todos los años. Y ¿afuera qué? La vida continúa también con su respectividad cotidianidad. Fermín, al igual que otros años, no recibió ningún regalo, tampoco tuvo una ostentosa cena navideña, a lo mejor no la pasó con su familia. Por la tarde, seguramente, como lo hace durante los diciembres de cada año, salió a las calles de la indiferente Guatemala en búsqueda de clientes a quien lustrales los zapatos.


Pese a ello, pese a todo, pese a la injusta cotidianidad de Guatemala, que le da a pocos demasiado y a muchos nada, Fermín sonríe y esa sonrisa es esperanza, pero también una señal inequívoca que la cotidianidad de este país, tan hermoso y tan amado, al menos por mí, es aberrante.


Todos los niños y niñas, sin excepción alguna, deberían ser felices, sin importar nada… Pero Fermín debe costearse un cuarto en la 18 calle y trabajar todo diciembre para poder llevar hasta Huehuetenango un poco de dinero para sus padres… Ojala el joven lustrador continúe con sus estudios.


Ojala: tres sílabas, una palabra, un buen deseo, pero nada más. ¿Qué hago yo? ¿Qué estoy dispuesto hacer para que esas superficiales buenas intenciones se canalicen en acciones y hechos que me muevan a mí a buscar que ese ojala sea un hecho contundente y que pueda ayudar a garantizar los estudios de Fermín.


Claro seguramente, será más cómodo darle un poco de dinero cuando lo vea, invitarlo a comer y pagarle extra por un par de lustradas. ¿Qué hacemos para cambiar esta sociedad? ¿Qué hacemos para cambiar la cotidianidad injusta de Guatemala?


Esta demás hablar de Pablo* el niño que este año pidió la nueva consola PS3 porque la anterior (probablemente una wi o un Xbox) ya le aburrió. Para que hablar de ese niño, que a diferencia de Fermín, ha obtenido todo lo que deseó para navidad, sin tan siquiera haberse esforzado por merecerlo (no digo que muchos no hagan méritos para merecerlo).


Si Dios me regala hijos, espero poder darles el mejor regalo de Navidad. Que le compren y entreguen el regalo, que quisieran para ellos mismos, a un niño que en verdad lo necesite. Ojala pueda educarlos bien y enseñarles que la importancia de la Navidad, fue que Jesús, aquel humilde carpintero de Belén, nació y vino al mundo a enseñarnos que es el amor.

Feliz Navidad.

*niño ficticio