Esta es una historia real, una
historia como pocas, una en la que el pueblo fue escuchado. La demanda quizás
mucha más frívola que las que tienen los pobladores de Huehuetenango, a los que
nadie escucha, pero igualmente legítima.
Transcurría la década de los
ochenta yo era apenas un niño de no más de cinco años de edad (no puedo
recordar el año exacto). Me encontraba muy enfermo y estaba bajo los cuidados
de mi mamá, que Dios la tenga en su santa gloria. Sintonizamos la televisión
abierta y los vimos ahí: eran mi nana y mis dos hermanos, ambos mayores que yo, acompañados de una
multitud de vecinos decididos a frenar una iniciativa que suponíamos comprometería
la paz de la colonia en la que residíamos.
Ahí estaban ellos en la
televisión abierta, gritaban eufóricos, decididos, exigentes: “los vecinos de
Ciudad Nueva, no queremos Palenque, no queremos Palenque”, así un centenar de
veces. Pese a mi corta edad lamenté no asistir a aquella manifestación y mi
madre me dijo que la veríamos por televisión y que ella cuidaría de mí, pero
que estaríamos bien representados por mis hermanos y mi nana.
Alguien, alguna autoridad, quizás
la Gobernación departamental, a lo mejor
el poder de algún vecino, no lo sé, quizás nunca sabré quién estuvo
detrás de la decisión, pero en efecto los vecinos de Ciudad Nueva fuimos
escuchados, ganamos la partida y en nuestra amada colonia no se instaló tal
Palenque.
Nuestra demanda era
legítima, ¿Por qué permitir el Palenque? ¿Por qué si es una práctica salvaje?
¿Por qué si podía tener importantes repercusiones en la seguridad del vecino de
Ciudad Nueva? ¿Alguien nos preguntó si estábamos de acuerdo? ¿Alguien nos ofreció compensarnos de alguna forma a cambio
de instalar el Palenque?
En efecto nadie lo hizo, por eso
surgió la oposición. Quien lea estas letras tendrá que reconocerlo: la demanda
de los vecinos de Ciudad Nueva era legítima, la instalación de un Palenque sin
el consentimiento del vecino era injusta, la disposición era arbitraria. Fue un
triunfo que nos escucharan. Ahora no
comprendo por qué resulta tan incomprensible el rechazo a la instalación de una
hidroeléctrica, una cementera o una mina. ¿No es igualmente legítima y justa la
negativa de los pobladores de Barillas, San Juan Sacatepéquez, San Marcos, San
Rafael Las Flores de instalar ahí proyectos cuyo beneficio es discutible?
Los indios violan el Estado de
Derecho y la libre locomoción aseguran los libertarios, cuya miopía no les
permite ver más que una cara de la moneda. Estos libertarios, autoritarios,
empresarios de las élites acomodadas, no se ponen a pensar ni por un segundo
que ellos también se opondrían a que se desarrollara un mega proyecto si este los
afectara directamente.
¿Dejarían ustedes sector privado organizado que
violentarán su paz, que contaminaran el agua de sus condominios que más se asemejan a
bunkers de seguridad? ¿Dejarían ingresar ustedes a personas ajenas a sus
residenciales con maquinaria pesada? Claro que no, nadie perturba la paz de
ustedes, nadie que no haya dejado su identificación, que no haya sido vigilado
por una decena de cámaras de seguridad, que no haya sido autorizado por ustedes
mismos, ingresa a sus residenciales,
nadie, ni siquiera tocando un timbre, mucho menos por la fuerza.
Pero claro que se jodan los del
campo, nosotros vivimos en la ciudad, seguro la energía que se produzca con esa
hidroeléctrica me servirá para ver la novela o película por la noche. Los libertarios son así, indiferentes y frívolos. Que se jodan los indios tercos que se oponen al desarrollo,
ignorantes, malolientes, mal educados, que bloquean la inversión, obstruyen carreteras
y generan pérdidas millonarias para los grandes capitales, a esos que generosamente les dan trabajo a ustedes partida de huevones.
Es triste pero cierto a algunos no les importa, que los indios se queden sin agua, que sus ríos se
contaminen, que las maquinarías grandes y pesadas les perturben su paz y les
obstruyan el acceso a sus hogares. Indios testarudos, violentos. Hagamos
cumplir el “Estado de Derecho”, retirémoslos por la fuerza, impongamos los mega
proyectos les guste o no les guste, tal cual aprendices de dictadores, de igual
manera nosotros, la oligarquía estudiada, la de los títulos en el extranjero, la
que se beneficia de las minas y de cementeras, tenemos la razón porque le
apostamos al desarrollo del país. Para los indios no hay “Estado de Derecho”,
solo “Estados de Sitio” y restricción de garantías. Hay de aquel que brinque, porque tenemos por dónde joderlo para que se pudra en una cárcel.
¿Quién garantiza los derechos de aquellos que
legítimamente se oponen a los megos proyectos? Acaso no tienen un poco de razón
al no querer que se les perturbe la paz. ¿Acaso no es molesto que se nos imponga
algo que no queremos? Lo cierto es que la oposición a estos proyectos es vista
como rebeldía, como desconocimiento, ignorancia. "Esos indios no quieren que el
país avance, por eso se oponen al desarrollo…", dicen algunos.
Lo cierto es que en este país,
los derechos de los libertarios, de los estudiados, de los grandes empresarios,
son los que sí merecen la pena defenderse.
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