Capítulo uno: Y aquel adolescente, jugaba a ser un adulto,
esa fijación por la segunda edad no era casualidad. La vida le había dado lecciones de madurez a
aquel cuasi niño, que vestía con
frecuencia un pantalón de lona azul y una camisa verde, el mismo que gracias a un gran amigo, conoció a aquella
joven de mejillas rosadas y sonrisa elocuente.
Era psicóloga aunque después fue cantante, pero aún más
importante: siempre fue y siempre será amiga. El adolescente charangueaba una
guitarra comprada en un mercado de artesanías en la ciudad de México, unos
pocos años atrás.
Como compartían gustos aquel adolescente decidió invitar a su nueva
amiga a unirse a un grupo musical. La trayectoria de la incipiente e
improvisada banda, es mejor no recordarla. El adolescente tocaba muy mal,
aunque su amiga, quien se identificará en este relato como Ana, pensaba lo contrario, el “grillito
cantor” lo apodó, en alusión a aquella camisa verde que usaba con frecuencia y
a aquel pobre tarareo de canciones de Sylvio
Rodríguez además mal charrangueadas.
Capítulo II
Como si nada, y al mismo tiempo como si todo, el inexorable
correr del tiempo y los caminos tan
distintos que aquel niño y aquella joven tomaron, supusieron un
distanciamiento entre aquellos amigos. Catorce años transcurrieron, con algunos entre tiempos, para que el grillito y Ana, recordaran juntos
y entre risas aquel fracasado intento
por tener un grupo musical.
Martes 15 de mayo:
las notas de ojala, del maestro Sylvio son pobremente interpretadas por el
ahora joven, apenas recuerda la canción, esa misma que tantas veces cantó junto a Ana, hace casi una década y media. El
grillito se encuentra en la sala de la casa de Ana en Berlín…vaya que el mundo
da vueltas, vaya que el destino sorprende.
Gunar, esposo de Ana, documenta aquel episodio que
probablemente no se repetirá por algunos años, con estupor profundo observa a
su compañera de vida y en su asombro y defectuoso español anglosajón atina a
decirle “que bonito cantas, no te había escuchado cantar así”. Fin de la
velada.
El ahora adulto, conoce Berlín, gracias a su amiga Ana y su
esposo Gunar, ambos hicieron que el otrora grillo se sintiera como en casa.
Aunque el termómetro marcaba los diez grados centígrados, en la casa de Gunar y
Ana, el ahora joven adulto siempre sintió un apacible calor.
Berlín una urbe verde: El otrora grillito recorre junto a su
amiga Ana y en bicicleta la bella ciudad de Berlín, esa que asombra con el
verdor de sus parques y al mismo tiempo con su infraestructura antigua y
moderna. Esa urbe amigable, de ciclovías,
la de la puerta de Brandesburgo y la del muro, la de la topografía del
terror y el museo de la resistencia.
Berlín, te maravilla en cada esquina, Berlín te invita a
volver y te enamora, pero como dijo un amigo recientemente: la vida no son
lugares, la vida son personas, gracias Ana y Gunar por tanta calidez, no
esperaba tanto, gracias por los capuchinos que seguiré extrañando y por la
cerveza de tres componentes.
1 comentario:
que bueno que viajes tanto, algún día lo hare también, también vera a nuestra amiga en Berlin pero no toco guitarra
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