
Aunque parezca un término incoherente y utópico; yo creo en la inmortalidad como tal, y creo que trasciende a la vida material, va más allá; y es que somos polvo que camina, vive, respira, sueña, sufre y ríe, somos polvo que deambula por las calles, por las casas, universidades, oficinas… en fin, no somos más que potenciales cenizas en constante e implacable proceso de extinción.
Milan Kundera en su libro titulado como esta entrada, habla de lo pretencioso de este término, el cual puede ser alcanzado por las personas a través su autorrealización…
La obra de alguien puede ser un legado que trasciende décadas, siglos incluso milenios, quién se atreve a decir que un Che Guevara esta muero o Mozart o Lennon; simplemente alcanzaron como muy pocos la inmortalidad.
Yo debo confesar que por mucho tiempo quise ser parte de ese selecto grupo, me apasionaba saber que las personas me iban a recordar por algúna acción que hiciera o un libro que escribiera en fin no sé…por cualquier cosa.
Con el tiempo pude notar que dicha pretensión podría no llegar nunca, también comprendí que la misma era egocéntrica y absurda y sólo demostraba mi falta de preparación para hacer cosas que realmente son trascendentales…
Recientemente escribí en mi blog una entrada que expresa mi temor acerca de una molestia en mi corazón (léase dolores del corazón); donde varios amigos manifestaron su preocupación, su solidaridad y por ende su cariño.
Me di cuenta que la trascendencia con la que había soñado estaba y que se presenciaba en amigos cercanos, para los cuales en verdad importo, lo cual resulta mucho mejor que ser trascendente para toda una masa anónima que nunca me conoció ni conocerá.
En fin, quizás no seré un inmortal pero si viviré en la memoria de aquellos que me conocen, que me aprecian por lo que soy, por mis demencias, rabias, alegrías, llantos en fin por lo que inevitablemente soy…
Gracias a todos por sus muestras de solidaridad…