
Contrario a lo que muchos creen, casi de forma inconsciente, la vida es una etapa (quizás la única) que aunque efímera (que son pinches noventa años a comparación de la edad del plante tierra) involucra todos los sentimientos existentes sobre esta faz: es salvaje, apasionada, romántica, triste, feliz, agradable, desagradable y loca.
Lo que la convierte en una exquisita joya, invaluable y autentica. Todo absolutamente todo los sentimientos conllevan el valor intrínseco de la vida, amar es vivir, viajar es vivir, reír es vivir, sufrir y llorar es vivir ¿Qué muerto es capaz de experimentar tales sentimientos? Quizás sólo aquel muerto en vida, pero ese no esta realmente muerto, sólo utiliza escudos para invisibilizar lo sublime de su existencia.
Y es que como dice el refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, sabia, elocuente y acertada frase, pues sólo aquel que se esconde bajo sus lamentos, penas y preocupaciones es incapaz de ver la luz de la vida y el resplandor y calor que esta emana.
Si tan sólo aprendiéramos a disfrutar de la simplicidad de las cosas, no tardaríamos en darnos cuenta, de que indiscutiblemente tenemos ante nosotros un mundo deslumbrante lleno de magia, color y misticismo.
Es bello y placentero respirar pausadamente, suspirar, sentir esa exhalación de aire que acompañada de algún inexplicable sentimiento nos sabe diferente, es bello sentir la gota de rocío caer sobre nuestra humanidad en la aurora primaveral, también es bello sentir las caricias de aquella persona que inexplicablemente nos hace divagar buena parte de nuestro día.
Es bello y sublime sentir el beso de una madre, es bello ver y escuchar la sonrisa de tus amistades, disfrutar de la cotidianidad, de las responsabilidades del trabajo, de las charlas sin sentido dentro de las aulas de clase, es hermoso carcajearse, son bellos los días de frio cuando alguien te abraza, es bello sufrir porque te enseña y te hace más fuerte.
Es bello caer porque el levantón es con más entusiasmo y entrega, es bello escuchar el cantar de los pájaros, es bello y bendito ese sístole y diástole que nos regala vida en cada segundo, en cada latir.
Es bello sentir la espuma del mar entre los pies, escuchar el sonido del agua en movimiento, respirar el olor a tierra mojada de un día cualquiera de junio, en fin la lista es interminabe, pero inicia la descripción.
A veces sólo necesitamos aprender a disfrutar esos pequeños instantes que parecen insignificantes, pues de una serie de insignificancias se compone nuestra existencia y son todas ellas las que la hacen única.
P.D: Animo a todos y todas… animo Dani…animo yaya...