lunes, 9 de junio de 2014

Asesinato selectivo

La prohibición de matar a una persona es milenaria. Las tablas de la Ley develadas a Moisés 1,500 años antes de Cristo hacían referencia a esta. “No matarás”, era el primer mandato de aquel decálogo, en el cual bien podrían haberse inspirado muchas de las Constituciones, códigos penales y demás  reglamentos alrededor del mundo.

Dos palabras bastaban, no había cabida a erróneas interpretaciones, no había gama de grises, el mandato era claro. “No matarás”, prohibición expresa,  sin excepciones ni justificaciones. En la sociedad contemporánea los códigos penales y las constituciones refuerzan aquel primer mandato. En todo el mundo, en cientos de páginas se ha reforzado esa prohibición y se ha penado incluso con la muerte misma (algo en lo cual estoy en absoluto desacuerdo, pues no puedo prohibir algo y penarlo con la prohibición misma).

El viernes último Erwin Sperisen, ex director de la Policía Nacional Civil (PNC), fue sentenciado a cadena perpetua en Suiza, país al que viajó para ocultarse de la ley guatemalteca, sin imaginar que la ley suiza lo condenaría para toda la vida, incluso sin que los hechos se hayan desarrollado en aquel país.
Está ampliamente documentado que él junto a otros mandos de la policía de la cúpula de Gobernación irrumpieron violentamente  en septiembre de 2006 en la granja Penal Pavón.

Durante esa oportunidad las fuerzas de seguridad se desplegaron masivamente y excesivamente a ese centro penal. El resultado del operativo: siete reclusos muertos, un par de ellos próximos a salir de la cárcel posterior a haber cumplido su condena. La justificación de aquella operación denominada Pavo Real, fue tomar el control del lugar pues es de amplio conocimiento que dentro de la misma, mucho reclusos gozaban de innumerables privilegios.

Pavón se había convertido un centro de esparcimiento y diversión, los reclusos contaban con televisiones, computadoras, mesas de billar y hasta jacuzzis. Todos los excesos habían ingresado por la puerta grande, bajo el consentimiento de las corruptas autoridades del Sistema Penitenciario.

Los informes forenses y la amplia documentación que existe respecto al operativo dan cuenta de que los reclusos asesinados, fueron muertos a quemarropa y las escenas del crimen fueron manipuladas. Aunque se dijo que se había tratado de un enfrentamiento entre reclusos y policías, nunca se demostró tal extremo y tampoco hubo policías heridos.

 Los siete reclusos muertos, supuestamente encabezaron una insurrección contra los más de 3 mil agentes que ingresaron a esa cárcel. ¿Verdad o ficción? Claramente las declaraciones de la otrora cúpula policial encabezada por el recientemente condenado, nunca tuvieron un sólido fundamento, nunca se probó la insurrección de los siete y en cambio sí existieron evidentes indicios para pensar que las fuerzas de seguridad mataron a sangre fría a los internos en mención.

Ahora, tras la condena del ex director policial, existe una aberrante e inexplicable corriente que lo defiende. Los argumentos de estos, no solo carecen de fundamento sino pretenden justificar las acciones ilegales de Sperisen al argumentar que los reclusos muertos eran delincuentes. 

Vale la pena resaltar que estaban inmersos dentro de un proceso judicial y  que cumplían una pena dictaminada por un Tribunal de Sentencia.
Resulta que somos un país donde se vale y existe el asesinato selectivo, es posible matar y quedar impune, si un “bueno”, mata a un malo. La cúpula policial de aquella innombrable administración se dedicó a esto, a la limpieza social, a matar a los malos so pretexto de hacer un bien para el país.

Por mucho que intenté encontrar en el Código Penal, la Constitución y demás, no pude constatar de que en efecto el asesinato selectivo es una práctica legítima y permitida por la ley. Prefiero ser práctico y hacer una sencilla ecuación: es asesino quien planifica, consiente, facilita la muerte de una persona. 

Hay amplia documentación de que Sperisen  planificó y consintió aquellas siete muertes y hay un agravante más: lo hizo valiéndose de la estructura y fuerza del Estado, a lo que se le llama Ejecución Extrajudicial.

Si los siete eran buenos o malos, eso el precario sistema de justicia del país se había encargado de juzgarlo. Que si en Pavón había excesos, eso debió evitarse mediante un la incorruptibilidad del Sistema Penitenciario. Lo cierto es que para ello no eran necesarios siete cadáveres.  Los defensores de Esperisen, algunos asumo cristianos, llevan consigo el horrible sentimiento del revanchismo, de la crueldad y de la muerte entre pecho y espalda.

Juzgan con todo el peso de la ley al pandillero que mata, pero ansían más que nada ver muerto al victimario. ¿Qué tan diferentes son Esperinsen y los pandilleros comunes? ¿Qué tan diferente son esos pandilleros de los defensores de Esperinsen sedientos de sangre, hambrientos de revanchismo y odio?


Al menos las pandillas encuentran una justificación a sus actos  en la miseria, la ausencia de educación,  amor y la respuesta disfuncional de una exclusión heredada de muchas décadas atrás. Y usted señor defensor de Sperisen ¿Cuál es su excusa?