martes, 1 de octubre de 2013

No quisimos Palenque...muchos no quieren hidroeléctricas ¿Cuál es la diferencia?

Esta es una historia real, una historia como pocas, una en la que el pueblo fue escuchado. La demanda quizás mucha más frívola que las que tienen los pobladores de Huehuetenango, a los que nadie escucha, pero igualmente legítima.

Transcurría la década de los ochenta yo era apenas un niño de no más de cinco años de edad (no puedo recordar el año exacto). Me encontraba muy enfermo y estaba bajo los cuidados de mi mamá, que Dios la tenga en su santa gloria. Sintonizamos la televisión abierta y los vimos ahí: eran mi nana y mis dos hermanos,  ambos mayores que yo, acompañados de una multitud de vecinos decididos a frenar una iniciativa que suponíamos comprometería la paz de la colonia en la que residíamos.

Ahí estaban ellos en la televisión abierta, gritaban eufóricos, decididos, exigentes: “los vecinos de Ciudad Nueva, no queremos Palenque, no queremos Palenque”, así un centenar de veces. Pese a mi corta edad lamenté no asistir a aquella manifestación y mi madre me dijo que la veríamos por televisión y que ella cuidaría de mí, pero que estaríamos bien representados por mis hermanos y mi nana.

Alguien, alguna autoridad, quizás la Gobernación departamental, a lo mejor  el poder de algún vecino, no lo sé, quizás nunca sabré quién estuvo detrás de la decisión, pero en efecto los vecinos de Ciudad Nueva fuimos escuchados, ganamos la partida y en nuestra amada colonia no se instaló tal Palenque.

Nuestra demanda era legítima, ¿Por qué permitir el Palenque? ¿Por qué si es una práctica salvaje? ¿Por qué si podía tener importantes repercusiones en la seguridad del vecino de Ciudad Nueva? ¿Alguien nos preguntó si estábamos de acuerdo? ¿Alguien  nos ofreció compensarnos de alguna forma a cambio de instalar el Palenque?

En efecto nadie lo hizo, por eso surgió la oposición. Quien lea estas letras tendrá que reconocerlo: la demanda de los vecinos de Ciudad Nueva era legítima, la instalación de un Palenque sin el consentimiento del vecino era injusta, la disposición era arbitraria. Fue un triunfo que nos escucharan.  Ahora no comprendo por qué resulta tan incomprensible el rechazo a la instalación de una hidroeléctrica, una cementera o una mina. ¿No es igualmente legítima y justa la negativa de los pobladores de Barillas, San Juan Sacatepéquez, San Marcos, San Rafael Las Flores de instalar ahí proyectos cuyo beneficio es discutible?

Los indios violan el Estado de Derecho y la libre locomoción aseguran los libertarios, cuya miopía no les permite ver más que una cara de la moneda. Estos libertarios, autoritarios, empresarios de las élites acomodadas, no se ponen a pensar ni por un segundo que ellos también se opondrían a que se desarrollara un mega proyecto si este los afectara directamente. 

¿Dejarían ustedes sector privado organizado que violentarán su paz, que contaminaran el agua de sus condominios que más se asemejan a bunkers de seguridad? ¿Dejarían ingresar ustedes a personas ajenas a sus residenciales con maquinaria pesada? Claro que no, nadie perturba la paz de ustedes, nadie que no haya dejado su identificación, que no haya sido vigilado por una decena de cámaras de seguridad, que no haya sido autorizado por ustedes mismos, ingresa a sus  residenciales, nadie, ni siquiera tocando un timbre, mucho menos por la fuerza.

Pero claro que se jodan los del campo, nosotros vivimos en la ciudad, seguro la energía que se produzca con esa hidroeléctrica me servirá para ver la novela o película por  la noche. Los libertarios son así, indiferentes y frívolos.  Que se jodan los indios tercos que se oponen al desarrollo, ignorantes, malolientes, mal educados, que bloquean la inversión, obstruyen carreteras y generan pérdidas millonarias para los grandes capitales, a esos que generosamente les dan trabajo a ustedes partida de huevones.

Es triste pero cierto a algunos no les importa, que los indios se queden sin agua, que sus ríos se contaminen, que las maquinarías grandes y pesadas les perturben su paz y les obstruyan el acceso a sus hogares. Indios testarudos, violentos. Hagamos cumplir el “Estado de Derecho”, retirémoslos por la fuerza, impongamos los mega proyectos les guste o no les guste, tal cual aprendices de dictadores, de igual manera nosotros, la oligarquía estudiada, la de los títulos en el extranjero, la que se beneficia de las minas y de cementeras, tenemos la razón porque le apostamos al desarrollo del país. Para los indios no hay “Estado de Derecho”, solo “Estados de Sitio” y restricción de garantías. Hay de aquel  que brinque, porque tenemos por dónde joderlo para que se pudra en una cárcel.

¿Quién garantiza los derechos de aquellos que legítimamente se oponen a los megos proyectos? Acaso no tienen un poco de razón al no querer que se les perturbe la paz. ¿Acaso no es molesto que se nos imponga algo que no queremos? Lo cierto es que la oposición a estos proyectos es vista como rebeldía, como desconocimiento, ignorancia. "Esos indios no quieren que el país avance, por eso se oponen al desarrollo…", dicen algunos.

Lo cierto es que en este país, los derechos de los libertarios, de los estudiados, de los grandes empresarios, son los que sí merecen la pena defenderse.