martes, 27 de marzo de 2012

"Programa Balboa 2012"


Fue por el ya lejano año 2009 cuando escuché por vez primera acerca la existencia del prestigioso “Programa Balboa”, dirigido a jóvenes periodistas iberoamericanos. Ese proyecto, más práctico que académico, sonaba como una excentricidad para aquel joven periodista, quien se quedo perplejo ante la posibilidad de vivir tan fascinante experiencia.
Lo recuerdo muy claramente, fue en aquella pequeña redacción, del diario donde trabajaba, cuando escuché por primera vez del “Programa Balboa”. El director de aquel medio anunciaba en voz alta que una colega viajaría 6 meses al goce de una beca en la lejana ciudad de Madrid, España. Con estupor y con un dejo de envidia, de la buena por supuesto, mire con admiración a la periodista beneficiaria de la edición 2009 de ese proyecto.

¿Cuándo ganaré yo una beca como esa? Pensé. ¿Qué debo hacer? ¿Cuáles son los requisitos ¿Debo ser un profesional graduado? En 2010 y por sugerencia de esa colega decidí aplicar al programa por primera vez. Con más dudas que certezas, llené aquel formulario desde la computadora de la oficina donde laboraba, esa misma donde se escribieron pretenciosos reportajes.

El primer intento: un fracaso casi anunciado, eso que llaman intuición me había dicho que la beca, momentáneamente no estaría a mi alcance. Reconozco que de haber sido beneficiado, probablemente no habría logrado titularme meses después, debido a que en la primera ocasión opté al beneficio sólo con pensum cerrado.

Mi momento llegó tan sólo un año después, esta vez mi intuición me decía que la beca sería para mí y así fue. Literalmente brinqué de la emoción. Después de tanto esperar el día para partir llegué al aeropuerto con la idea de que estaría más lejos de casa que nunca, que dejaría a la familia, los amigos, la novia, los platillos típicos y las tradiciones de Cuaresma y Semana Santa.

Y acá estoy, casi dos meses me separan de aquel día… Hasta el momento el balance es favorable: lindos lugares, rica comida, buen vino y podría continuar con la enumeración.

Por supuesto no ha faltado la añoranza, la desesperación y uno que otro latido a destiempo. Pero lo mejor del viaje sin duda: Los chicos, los mismos que me escuchan y que por una extraña razón, que no logró entender: me quieren. No me es difícil percibir su calor humano, no me es difícil hacerlos parte de mi vida y sentirlos como mis hermanos.

En estos primeros dos meses hubo momentos para todo: para reír, los más divertidos y abundantes, para reflexionar, para compartir o simplemente para escuchar y ser escuchado. Los chicos: el alma y corazón de esta experiencia. Sin ellos… ya no sé qué haría sin ellos…
Saben a quienes me refiero chicos, escribir sus nombres está de más. Los quiero…